En mi pequeñez… Un trasplantado.

“No podía pasar el resto de mi vida enganchado a una máquina tan limitante si era evitable. Con que quedara un 0,1% de posibilidades no me iba a rendir. No, no me rendí. Iba a luchar a muerte por conseguirlo. No podía hacer lo contrario por Sara, por Amelia y por mi mismo.”

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Ayer era 27 de septiembre de 2023 y el día antes colgué un post sobre los cuatro años de diálisis que llevo. Era un post con peso, con cansancio, a la vez con alegría y esperanza. Podéis releerlo otra vez aquí: leer post.

Llevo, como bien sabéis muchos años, 8, 8 años muy duros, con 15 operaciones entre pequeñas y grandes; una amputación de una pierna y la otra no se sabe; un tumor que quedó en nada; y todo sazonado con el cansancio que produce hacer diálisis todos los días menos uno y sin estar en lista de espera. En lista de espera la diálisis no cansa menos, pero ves que algún día puede haber una salida, que el tiempo va hacia atrás, que cada día queda uno menos. No que el tiempo está detenido como hasta ayer.

Pero este tiempo me ha servido. Me ha ayudado mucho. Sobre todo una cosa, en nuestra pequeñez no somos capaces de ver la inmensa generosidad de Dios. He necesitado mucho dolor para entender el don de mi enfermedad, poder poder ver que mi sufrimiento sirve de abono y ayuda para el crecimiento de otros. He tenido que sufrir hasta casi sentirme despojado de casi todo para valorar que tengo lo más grande: mi fe, mi Equipo SAP, mis padres y mis amigos que me quieren.

Mi diagnóstico el 26 de septiembre de 2019, que perdí el tercer trasplante, a Taurino, era una condena de por vida, a cadena perpetua, sin revisión, a diálisis. El mal estado de mis vasos y la cantidad de operaciones en la zona no permitían un trasplante. Tenía 42 años. No podía pasar el resto de mi vida enganchado a una máquina tan limitante si era evitable. Con que quedara un 0,1% de posibilidades no me iba a conformarme. No, no me podía rendir. Iba a luchar a muerte por conseguirlo. No podía hacer lo contrario por Sara, por Amelia y por mi mismo.

Llamé a mil puertas, rezé como un loco y sobre todo volví loco a un urólogo para que me hiciera un TAC y me explicara porqué no había más opciones para poner el trasplante en otra arteria que no fuera la iliaca. Y en ese tiempo empecé con mi problema de las piernas. Conseguí el TAC y ese TAC apareció un tumor. ¿Podía cebarse más la vida conmigo?

Como siempre, que desconfiados somos de la grandeza y amor del Señor cuando le oramos con fe ciega. Ese tumor quedó en nada y la mayor desgracia de mi vida, lo que más me ha dolido, perder una pierna y veremos la otra, fue mi solución. ¿Podía ser más irónica la vida? Si, gracias a hacerme un bypass aortofemoral para intentar salvar la pierna izquierda, me pusieron un tubo que permite la inserción de vasos con lo cual ahí se puede conectar el futuro trasplante.

“Con frecuencia el sufrimiento debe excavar primero en nosotros la profundidad que después vendrá a llenar la alegría” decía José Tolentino Mendoça. Esa desgracia me ayudó a pensar que no podía perder nada más, a valorar lo afortunado que soy, a aprender a confiar y dejarme hacer y a, de rodillas, con los ojos llorosos de amor, pero con confianza ciega, dejar de pedir cosas, para suplicar una sola cosa: saber amar y abrazar mi Cruz cada mañana.

Eso me ha llevado donde estoy, me ha clarificado que el amor de Dios es inmenso y en nuestra pequeñez de humanos, es capaz de hacer milagros. Una desgracia se convierte en una solución; tres ángeles, Marta, Pilar y Armando -algún día os contaré, si tengo su permiso- aparecen en mi vida para dármela, tengo a mi Equipo SAP, más equipo que nunca, puedo seguir, costándome mucho, con mi trabajo y cada día recibo cientos de mensajes impresionantes de cariño y oración por el blog e instagram.

Qué osado el Señor de servirse de seres tan pequeños como nosotros y como, tan poca acción por mi parte, me trae tanto retorno. Nunca sabremos los porqués de la vida, pero si podemos buscar el para qué y darle un sentido de ayuda y apostolado a nuestra vida, que además, en una parte egoísta, da mucho sentido al sufrimiento al ofrecerlo.

En definitiva, nos, falta la confianza y la fe de saber que Dios necesita muy poco de nosotros para hacer grandes cosas. Nosotros necesitamos mucho para creerlo y muchas veces tenemos que renunciar a mucho como en una enfermedad para saber verlo. Como escribía Gabrielle Bossis en su diario espiritual llamado “Él y yo”, “si Yo tuviera otro medio para acercarte a Mi que no fuera el sufrimiento, te lo daría”.

En nuestra pequeñez nos cuesta ver lo inmensos que somos cada uno para Dios y por eso a veces nos ayudan estas cosas. No es que Dios nos las mande, sino, que Él se aprovecha de la ganancia de humildad y saber ver lo esencial de las épocas oscuras de dolor y enfermedad para hacernos sabedores y valedores de nuestro gran tesoro y don y desde ahí poder explotarlo.

Para concluir, que estoy muy feliz de entrar en lista de espera, de que esté más cerca el día del trasplante aunque vaya a ser complicado y de que todo esto me ayude para encontrar una misión y un sentido de vida para luchar y por el que vivir, que es demostrar que la vida es un regalo, que es una maravilla y que somos muy afortunados. Como decía Viktor Frankl, “el hombre necesita una razón para vivir, para sufrir, para dar lo mejor de sí mismo, incluso una razón para morir”.

Ya queda un día menos cada día para el trasplante y a cambio cada día recibo más cariño y amor de todos vosotros. Insisto, ¿dudáis de que soy un tipo con suerte?

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