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La muerte me ayudó a vivir. Un trasplantado.

“»Y sobre todo, me ha regalado algo que no cambiaría por nada: la conciencia de lo frágil que es todo, y de lo inmenso que es cada momento con quienes amo. No hay dolor que me haya dolido tanto como la posibilidad de no ver crecer a Amelia. No hay oración más sincera que las que salen de mis labios cuando veo a Sara dormida y me inunda el amor por ella. Ellas me recuerdan cada día que sigo aquí. Que respiro. Que puedo seguir dando lo mejor de mí, aunque a veces no me quede mucho más que mi entrega.»

¿Por qué? ¿Para qué? Un trasplantado.

“Y, después de que ustedes hayan sufrido un poco de tiempo, Dios mismo, el Dios de toda gracia que los llamó a su gloria eterna en Cristo, los restaurará y los hará fuertes, firmes y estables.”

La nada es todo. Un trasplantado.

“Pero es en esa «nada» donde Dios puede entrar con todo de una forma más íntima. Esa renuncia, ese vacío, nos deja espacio para escuchar, para depender, para confiar. Porque la verdadera noche es luz.”

Por fin a casa. Un trasplantado.

“ He tenido dos buenos cirineos a mi lado llevándola. A un lado vuestras oraciones y cariño y de otro el Señor haciendo el yugo llevadero al compartir la collera y así hacer la carga ligera. Por eso paso de la nada al todo gracias a estas renuncias.”

Toca seguir remado. Un trasplantado.

“Cada semana he tenido un día duro y hoy es el de esta. Es demoledor, pero es sano. Se necesita achicar agua cada cierto tiempo para no hundirse uno en el mar de la depresión. Eso sí, mañana como el ave fénix amanece renovado y fuerte.”

Reflexión sobre la enfermedad y la muerte. Un Trasplantado.

«La muerte no es el final, sino las puertas del cielo. No cerremos los ojos a esos sucesos inevitables con nos han llegado o llegarán y preparémonos para ser grandes en amor para el examen final y para llegar como héroes a ese trance final inevitable. «